Ser padre (o madre) es muy diferente de ser educador scout. Muy diferente y mucho más difícil. Es un reto enorme intentar conseguir que tus hijos sean buenas personas, buenos ciudadanos, y puedan (y quieran) recibir una educación formal que les sirva en un futuro así como una educación en valores que les haga buenos a los ojos de los demás, y más importante, a sus propios ojos. Creo que todo ello forma parte de mi labor como padre y como persona, y también, cómo no, como scout.

Hace ya 8 largos años que dejé el escultismo activo, y desde entonces, además de echar de menos campamentos y reuniones y a mucha gente, siempre me he preguntado cómo sería ver los scouts «desde el otro lado», desde las familias. Imagino el día en que Nikita lleve su pañoleta, recite su promesa, conozca el escultismo, sienta lo que yo sentí en aquellos momentos. Pero la verdad, cada vez me hace menos ilusión.

He intentado seguir conectado de alguna forma al escultismo activo mediante algunos proyectos y pasando por el local de vez en cuando y participando en cualquier actividad que haya surgido.

Y ahora empiezo a ver cómo puedo realmente seguir siendo scout y seguir cumpliendo mi promesa cada día: por medio de mi hija, trabajando con ella, intentando que sea buena persona, que tenga un buen futuro, que sea feliz. ESO es un proyecto, todo lo demás sobra.

Hace unos días, viendo un capítulo de una conocida serie de TV, me quedé con una parte del guión que me dejó pensando y me empujó a escribir estas líneas. Os lo pongo a continuación:

Cuando aún estaba haciendo las prácticas ingresó un paciente, un tío de 50 años, quería una abdominoplastia. Pero cuando hicimos unas pruebas preliminares descubrimos que su estómago estaba cubierto de cánceres. Así que en vez de decirle que tendría un gran aspecto en la playa, tuve que decirle que iba a morir.

Lo raro del asunto es que yo estaba más preocupado por eso de lo que él estaba. En realidad tuvo que tranquilizarme él.

Dijo que tenía unos hijos geniales, que los crió bien, que sabía que por ellos este mundo lo dejaría siendo un lugar mejor.

Anoche pensé que podría morir. Y mientras todo eso estaba pasando, seguía pensando en aquel paciente, y en cómo me gustaría ser como él.

Realmente recuerda al último mensaje de Badel Powell. Y da qué pensar.