De esta forma califican en ciertos medios de comunicación a los habitantes más tranquilos de Madrid, que adornan y alegran la ciudad, nos dan sombra en verano, limpian el aire todo el año, aumentan la biodiversidad, conservan la calidad del entorno y no hacen daño absolutamente a nadie.

Eso sí, los árboles hay que cuidarlos. Y la factura no es pequeña.

La excusa de la crisis vale para todo, privatizan hasta los rayos del sol, recortan los servicios, y luego cuando surgen problemas e incluso muertes, basta con echar la culpa a los árboles. Porque echársela a Zapatero no cuela.

Pues bien, señora alcaldesa, aquí le presento a un árbol asesino:

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Se secó hace muchos meses, está inclinado, y por la acera sobre la que puede caer pasan a diario miles de personas, incluyendo muchos niños que van a un colegio que está a 100 metros. Por cierto que el terreno cerrado (y privado, supongo) en el que está el árbol tiene maleza seca hasta la altura de más de un metro. Un auténtico polvorín. Desde hace meses.

Cuando se caiga el árbol o se queme la maleza, los únicos responsables serán las propias plantas.

Está en la calle Silvano, en una zona estrecha, de doble sentido, con mucho tráfico, limitada a 40, pero en la que es fácil ver a diario coches y motos circulando a más de 100 por hora. Bonito barrio de la periferia madrileña.